Poco se habla del papel de los municipios -y sus concejos deliberantes- a la hora de garantizar las inversiones que prevé el Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI) con el que se busca que el país y las provincias alcancen el desarrollo que nuestras comunidades necesitan.
Estas adhesiones están incluidas en el propio RIGI ya que se constituyen en condición indispensable para despejar todas las dudas e incertidumbres racionales de cualquier inversión que supere los 200 millones de USD, como son las que prevé este tipo de incentivos.
Sin contar que, como el caso de San Juan, uno de los destinos mineros más importantes de la Argentina, una declaración de los concejos deliberantes pondría en aprietos a aquellos diputados provinciales que aún se niegan a que esa provincia cordillerana adhiera al régimen, ya que nadie podría responder en forma racional a los planteos de sus comunidades que buscan empleo, desarrollo de proveedores o crecimiento en salud y en educación.
Creatividad en impuestos
La necesidad del involucramiento de los municipios es clave si uno toma en cuenta lo que pasó con mega inversiones que fracasaron o que elevaron fuertemente su valor por el interés municipal de sacar una “tajada” extra a estas inversiones con un argumento de imposiciones como “tasa municipal de construcción”, “de estadísticas”, “ecotasas”, “uso del espacio aéreo”, “impuesto al paso del viento”, imposiciones retrógradas que solo exponen las limitaciones de una clase dirigente a la hora de gestionar un municipio.
Basta mencionar como ejemplo la tasa de construcción que el municipio de Iglesia obligó a pagar a Barrick por la inversión de 545 millones de USD en Veladero (sin servicio alguno de la intendencia, se pagaron unos 100 mil USD), o las que intentaron poner en marcha distintos municipios en La Pampa, cuando la minera brasileña Vale comenzó a diseñar un ferrocarril que saldría de Mendoza y llegaría al puerto de Bahía Blanca, que serviría para poner en marcha Potasio Río Colorado la mayor unidad de producción de cloruro de potasio del mundo.
Los brasileños prefirieron tumbar su proyecto y abandonarlo, antes de poder procesar la cantidad de nuevos impuestos, tasas y trabas que se agregaban cuando contaban la idea a los municipios por los que pasaría la trocha de un tren de carga que nunca se construyó. Hasta el día de hoy nadie se hizo cargo de tamaño pifie y todos consideran que fue “una lástima que los brasileños no pudieran avanzar…”.
Vale estimó inicialmente el monto de inversión para desarrollar el proyecto en 5.9 mil millones de dólares, destinados a la construcción de la mina, la infraestructura de transporte asociada (400 nuevos kilómetros de ferrocarril), la construcción de una terminal portuaria propia y una generadora de electricidad y las inversiones necesarias para dar cohesión integral al proyecto.
A los dos meses de su inicio Vale incrementó su estimación para Potasio Rio Colorado a 8.6 mil millones de dólares, para elevarlo más tarde a 10,9 lo que, afectó en forma significativa la competitividad y el atractivo del proyecto.
Eso es lo que se quiere evitar.