

Durante años, hablar del PJ en San Juan era hablar del poder. Gobernaba, organizaba, distribuía, premiaba y castigaba.
Pero eso ya no existe. No como antes. Hoy el peronismo en San Juan es más una marca que una estrategia, más un recuerdo que un proyecto, más un espacio en disputa que un camino claro.
Los síntomas de esa decadencia están a la vista, aunque muchos dentro del partido prefieran no mirarlos. El enfrentamiento entre los herederos de Gioja y los resabios del uñaquismo no solo dividió el armado electoral: fracturó identidades, multiplicó silencios y abrió un vacío que nadie logra llenar. Y lo más grave: lo llenan otros. Libertarios sin gestión, oficialistas sin alma y rupturistas sin estructura.
La crisis del PJ no es solo electoral, es conceptual. Ya no hay consenso sobre qué significa “ser peronista” en San Juan. ¿Es gobernar como Aballay en Pocito o como Abarca en Albardón? ¿Es ir detrás de Cristina aunque ya no mida, o sumarse a Milei si garantiza votos? ¿Es sostener lo que queda del aparato o dinamitarlo desde adentro? El peronismo provincial vive una crisis de identidad tan profunda que hasta sus cuadros más formados actúan por reflejo, sin norte, sin proyecto, sin épica.
Se preservaron cargos, no liderazgos. Se cuidaron nombres, no ideas. Y así el PJ llegó a 2025 con una foto borrosa: intendentes que gestionan sin levantar cabeza, referentes que no hablan —o cuando hablan, sólo se defienden—, y un silencio estructural que atrasa incluso más que sus internas.
No es casual que sus nombres más competitivos no sean “históricos”. Carlos Munisaga en Rawson o Cristian Andino en San Martín, ambos con pasado extra-peronista, encabezan el lote de mejores posicionados. No es porque representen al PJ, sino porque no lo representan del todo. Esa paradoja revela el drama central: el sello sobrevive, pero ya no contiene. El peronismo dejó de producir liderazgo interno y ahora importa referentes como si fuesen refuerzos de último minuto.
Y cuando no hay conducción, todo se vuelve especulación. Algunos se mueven como si fueran oposición, otros como si ya hubiesen perdido. Uñac está, pero ya no ordena. Gioja pesa, pero no suma. Y entre ambos, se diluye la posibilidad de una voz clara, una hoja de ruta, una mínima vocación de futuro.
En las últimas horas comenzaron a circular versiones que profundizan el desconcierto dentro del peronismo sanjuanino. Para evitar una nueva derrota electoral —y ante la imposibilidad de ordenar su espacio—, Sergio Uñac habría decidido bajar la candidatura de Cristian Andino. En los pasillos se interpreta como una retirada calculada: evitar otro golpe propio y dejar que sea José Luis Gioja quien, una vez más, encabece. Pero encabece solo. Como un tren viejo que se lanza cuesta abajo, sin frenos, sin maquinista y sin estaciones por delante.
A la par, resurgió otro nombre que ya forma parte del paisaje repetido: Daniela Rodríguez, intendenta de Chimbas y esposa de Fabián Gramajo, aparece como posible candidata. Nada está confirmado, pero todo es familiar. El entorno es el mismo, los protagonistas también. Gramajo, fiel a su estilo, vuelve a aparecer sin hacerlo del todo. No rompe, no se alinea, pero tampoco se retira. Su figura flotante —ni adentro ni afuera— resume a la perfección la lógica de un PJ que no logra definirse: atrapado en su propio loop, entre lo que ya fue y lo que no termina de nacer.
La situación se vuelve aún más crítica si octubre no ayuda. Una elección legislativa floja —por debajo del 30%, como marcan varias encuestas— podría acelerar una crisis mayor: una implosión que obligue a barajar y dar de nuevo. Y en ese nuevo juego, no todos entrarán. El problema es que aún no está claro quién se anima a repartir las cartas.
Mientras tanto, el peronismo sanjuanino se sigue mirando en el espejo. Pero ya no se reconoce. Y lo que es peor: tampoco lo reconocen los otros.
(Fuente: realidadsanjuan.com)