

Hace poco conversaba con un grupo de colegas sobre la evolución de la industria minera de un viejo modelo extractivista a uno con propósito y capacidad de transformar realidades. Hemos dado pasos enormes, pero todavía falta camino por recorrer. Esta transformación solo es posible cuando se construye desde el diálogo transversal y diverso, y un compromiso real por cuidar el entorno en el que operamos.
La minería, por naturaleza, está atada a una preocupación global: el cuidado del medioambiente y el uso responsable de los recursos naturales. Hoy, contamos con estándares ambientales cada vez más exigentes, tecnologías limpias e innovaciones que nos permiten llevar adelante una minería más consciente y capaz de aportar soluciones significativas.
Desde Barrick he visto cómo, a través de ese enfoque, la minería puede contribuir a acceso al agua, al fortalecimiento de la infraestructura local y la reconstrucción de territorios que durante años no tuvieron oportunidades de desarrollo.
Hoy, más que nunca, necesitamos una minería que escuche y que se integre con las comunidades, los gobiernos y las organizaciones sociales para construir soluciones que perduren más allá del ciclo productivo y aporten a los grandes desafíos del cuidado y conservación del planeta en el que tenemos la bendición de vivir.
Pensemos en compromisos bajo una lógica colaborativa, para que no solo sean consignas, sino una forma más profunda de conectar, liderar y construir futuro.