

En el sureste de San Juan, donde el sol y la tierra se alían con la tenacidad del trabajo familiar, se levanta Frutos del Sol S.A., la principal productora argentina de pistachos. Al frente de este emprendimiento se encuentra Leopoldo Bravo, productor y gerente de la empresa que lleva más de tres décadas apostando a un cultivo poco tradicional en el país, pero con un presente prometedor y un futuro en plena expansión.
“La elección del pistacho fue una apuesta de hace 35 años, en búsqueda de un proyecto económicamente viable”, cuenta Bravo. En aquel entonces, no había certezas de que esta nuez tan codiciada a nivel internacional pudiera adaptarse al clima sanjuanino. “Por suerte, funcionó. Hoy tenemos el know-how completo: producimos semillas, plantines, exportamos… es un producto que está de moda en el mundo”.
Frutos del Sol S.A. se inscribe en el universo de las empresas familiares. Además del cultivo de pistacho en San Juan, la familia Bravo diversifica su producción agrícola y ganadera en otras provincias como Salta y Buenos Aires. Sin embargo, el pistacho se convirtió en el símbolo de esta expansión.
Actualmente, la empresa cuenta con 1.100 hectáreas plantadas y cosecha unas 500. Produce 1,5 millones de kilos al año, de los cuales el 80% se destina a exportación. El resto va al mercado local, cuyo consumo aún es reducido. “En Argentina no hay cultura de consumo de pistacho. Es un producto caro y poco conocido. La gente lo asocia a un helado, pero no mucho más”, explica Bravo. Aun así, reconoce que la tendencia está cambiando: “Hoy se ve pistacho en hamburgueserías, panaderías, hoteles. Está en todos lados. Se volvió un producto aspiracional”.
El crecimiento de la firma también se refleja en su estructura: 100 empleados permanentes y una inversión constante en maquinaria, galpones y nuevas hectáreas plantadas. “Todos los años plantamos entre 50 y 150 hectáreas nuevas. Seguimos creciendo, arriesgando e invirtiendo”, afirma con convicción.
A nivel internacional, Argentina sigue siendo un jugador menor. “Irán, Turquía y Estados Unidos dominan el mercado, con más de 200.000 hectáreas plantadas cada uno. Argentina tiene apenas unas 7.000. No somos competencia aún, pero el potencial está”, destaca Bravo, quien también admite que el país sigue siendo “un tomador de precios”, sujeto a los vaivenes de los grandes productores.
En un contexto económico cambiante, la empresa también ajusta su estrategia comercial. “Hoy, con un dólar atrasado, conviene más vender en el mercado interno”, comenta Bravo, aunque aclara que su objetivo es claro: “tener un producto de calidad y venderlo al mejor precio, sea en Argentina o en el mundo”.
Desde San Juan, esta empresa familiar no sólo ha consolidado una industria, sino que también se proyecta como una referencia nacional en el cultivo de pistacho, llevando el sabor y el trabajo argentino más allá de las fronteras. Una historia de apuesta, perseverancia y crecimiento, con la vista siempre puesta hacia adelante.




