Escribe María Laura Prelooker
Si hay algo que aprendí con Jorge Lanata, es que la gente cambia de opinión. Y de militar activamente para una cosa se puede pasar, casi de un momento para el otro, a estar en contra, luchar, militar y hacer daño a eso mismo a lo que parecía pertenecer.
Eso fue Lanata para mí: la primera traición de estas décadas en donde el tema de las ideas y lealtades, y puntos de vista, demostró ponerse fluida, resbalosa y capaz de evaporarse.Guardo tapas de Página 12, de la época de Lanata.Guardo ejemplares de Veintitrés.
Miré su documental sobre la deuda externa, de cuando pretendía ser el Michael Moore argento. Se lo hice mirar a cuanta persona pude, además.
Me quedaba despierta, bostezando, para escucharlo en HORA VEINTICINCO, su progama en ROck And Pop, a las 00 de los lunes, aunque tuviera que madrugar.
Gracias a Lanata descubrí a Paul Auster, porque durante varios programas se dedicó exclusivamente a leer “La invención de la soledad”, y yo lo escuchaba fascinada. Gracias al programa de Lanata en América, descubrí a sus aprendices: Tenembaum, SIetecase, Zlotowiagda, María O Donnell y tantos más. Bajo su ala crecieron y tomaron fuerza propia muchos grandes periodistas.
Y gracias a él aprendí que,en el terreno de las ideas, como en el amor, nada es para siempre. Lo vi darse vuelta, aceptar todo el dinero que le dieron, volverse millonario y estrella de Canal 13. Lo vi convertido en payaso de los domingos a la noche, hacer una representación a escala de la tumba de Kirchner, con unos durlock, algo que me parecía patético, y de idiotas. Y después iba al trabajo y escuchaba a la gente diciendo: Lanata se metió en la cripta y vio la guita, y comprobé que era imposible explicarle a la gente que Lanata era un payaso y un mercenario, que era una estupidez grabada en los estudios del canal. Lo que hacía Lanata, cuando se cambió de bando, era más verdadero que la existencia de Dios, el oxígeno y la salida del Sol. Intenté decirles que los montajes televisivos del programa de Lanata eran ficción, sencillamente. A vos te lavan el cerebro porque sos zurda, me decían. Así que no intenté más.
Sé que Lanata se vendió por dinero y narcisismo.
Sé que su ambición, su cuerpote, su adicción al tabaco fueron su gran coherencia. Una voracidad, una manera fácil de estirar la mano y agarrar el billete, una cosa patológica de querer estar siempre en el centro de la escena.
Y como el jesucristo de los traidores, sus hijas y su viuda se disputarán cada uno de los pesos que ganó, un poco trabajando, otro poco aceptando regalos, especialmente del amigo Macri, que tanto le debe a su prédica apasionada y standapera para instalar el mantra de la chorra.Con él aprendí que empezaba esta época, en la que un día pensás una cosa y al día siguiente otra, y está todo bien.
Ojalá pudiera decir que con su muerte se termina una época. Creo que, muy por el contrario, él apenas inició con sus virajes una tendencia que es realidad.”