Un equipo de especialistas encabezado por el bioquímico y doctor en biotecnología Lucas Manuel Martínez Álvarez, investigador adjunto del Conicet y del Instituto Antártico Argentino (IAA), inició en las bases antárticas argentinas el primer mapeo ambiental para detectar derrames de hidrocarburos en suelos australes y biorremediarlos.
Así lo explicó a Télam el experto en el marco de la primera etapa de la Campaña Antártica de Verano (CAV) y remarcó que “la biorremediación es un proceso biológico que funciona desde hace mucho tiempo. Hay un principio de la ciencia que dice: ‘Nada es infalible a ser degradado por microorganismos’”.
El proyecto, que comenzó desde la ciencia básica en 1990, desarrollada por el actual director del IAA, Walter Mac Cormack, ya cuenta con resultados alentadores en Base Carlini, y recibió financiamiento del ex Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación para “escalarlo a todas las bases argentinas que podamos”, completó el investigador de 36 años, que se sumó al equipo de trabajo desde 2013.
Junto a su compañero de trabajo, el técnico Agustín Cuparo, viajan a bordo del buque ARA Almirante Irízar para desembarcar en todas las bases antárticas posibles y así, explicaron, “aprovechar el potencial que hay en el mismo suelo o en la misma naturaleza”, en un contexto en el cual “todas las bases antárticas del mundo siguen obteniendo energía a partir de hidrocarburos (derivados del petróleo), y eso puede conllevar distintos eventos de contaminación por manejo, trasvase o problemas climáticos”.
En cuanto a las fuentes de energía que utilizan las bases y refugios antárticos completó, además, que se debe tener en cuenta que en la Antártida “para usar la energía solar hay un impedimento muy grande que son los meses de invierno y, para usar la energía eólica, hay otro impedimento que es que los vientos sean más fuertes de los que puede soportar un molino, tiene sus limitantes”.
Asimismo, puntualizó que “la logística involucrada para el almacenamiento, transporte y el uso de combustible, que son millones de litros hace que, entre el manejo y las condiciones climáticas tan adversas para los materiales que almacenan, siempre haya algo que se rompa”.
Como antecedente, en 2014, en la base antártica argentina permanente Carlini, lograron recuperar “el 80% de gasoil en el suelo en apenas 40 días”, la ventana climática que les permite el verano, precisó.
En Carlini, el investigador comenzó estudiando el suelo dispuesto en un frasco de 100 gramos, luego pasó a 500 kilos, para después biorremediar 15.000 kilos de suelo, detalló.
“La idea es escalar este resultado que obtuvimos a todas las bases que podamos”, enfatizó el experto.
Con la biotecnología aprovechan las capacidades de seres vivos para descontaminar el suelo, y esta técnica presenta “un costo mucho más bajo que otros métodos”, subrayó Martínez Álvarez, ya que “recuperar suelo contaminado, subirlo al Irízar y llevarlo a Ushuaia tendría un costo sumamente alto”, añadió.
Con los microorganismos que ya están en el suelo, que son autóctonos de Antártida y ya están acostumbrados al frío y tolerando ese contaminante que se cayó, aprovechan todas esas capacidades para, con distintas técnicas, motivarlos a que funcionen lo más rápido y lo mejor posible, explicaron los especialistas.
Luego de detectar el suelo contaminado, lo que hacen en la base, con ayuda de la dotación, es tirarlo en un tamiz para sacarle las piedras.
Debajo de ese tamiz disponen una membrana para aislar ese suelo del ambiente y darle ciertas condiciones que favorecen el tratamiento y agregan nutrientes, oxigenan y dejan que las bacterias empiecen a hacer su trabajo.
“Así como nosotros comemos asado, las vacas comen pasto, y los microorganismos, principalmente bacterias como la ‘Pseudomonas’, que es la que más asociada está a la degradación de hidrocarburos y está presente en la naturaleza- pueden comerse ese gasoil”, graficó el también docente de biotecnología en la Universidad Nacional de Moreno y en la Universidad de Buenos Aires.